PUBLICADO EL 29 Diciembre, 2022
Estudiantes de sede Melipilla, Viña de Mar y Maipú resultan ganadores del concurso de fotografía que buscaba conocer cómo los oficios contribuyen al bien común de la sociedad, certamen que aportó a mejorar su #ExperienciaDuocUC.
“¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?, cuestionando así, si vale la pena gastar nuestro tiempo a cambio de una mejor calidad de vida” esa fue parte de la reflexión que José Miguel Calderón, estudiante de Ingeniería en Informática de sede Melipilla, ganador del primer lugar del concurso de fotografía, que organizó el Programa de ética 2022.
“El hombre en la fotografía es mi padre, tiene 73 años, él comenzó a los 10 años a trabajar en la artesanía en greda. Este trabajo le brindó muchas virtudes, las cuales son; humildad, bondad, gratitud, creatividad, entre otras” explicó José Miguel sobre quién aparecía en la imagen, ya que la convocatoria hizo un llamado a plasmar cómo la dignidad del trabajo proviene de la persona que lo realiza y que contribuye de este modo al bien común de la sociedad.
Sin embargo, Calderón manifiesta que este es un trabajo que hoy en día está quedando en el olvido y requiere mucho tiempo familiar y personal, en ese sentido destaca su labor “mi padre lleva trabajando más de 60 años hasta el día de hoy. Él con su esfuerzo, a mí y a mis hermanos nos dio la posibilidad de estudiar, nos brindó sus virtudes y como él debemos ser frente al resto” finalizó para justificar su participación en esta actividad extra programáticas que aporta a la #ExperienciaDuocUC.
En el mismo certamen, Antonio González, estudiante de Comunicación Audiovisual de sede Viña de Mar obtuvo el 2do lugar y describió la escena como “foto tomada en Mercado Cardonal, en uno de los puestos que aún quedan y resisten a pesar del paso del tiempo”.
Mientras que Bárbara Osorio Echeverría, estudiante de Ingeniería en Administración Mención Gestión de Personas, sede Maipú se quedó con el 3er lugar con una imagen que presenta a un hombre campesino que trabaja el agua salada de Cáhuil (Pichilemu) y complementa “para que en unos meses pueda extraer la sal de cada pozón, una tradición familiar que en el 2011 llegó a obtener un reconocimiento por el Consejo de la Cultura y las Artes como Tesoros Humanos Vivos”.
